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viernes, 29 de noviembre de 2013

Santander de Quilichao


Próximamente viajo a Santander de Quilichao, un municipio ubicado al norte del Cauca, muy cerca de Cali, la capital del Valle del Cauca. Voy en busca de los violines caucanos, como se llama la agrupación y al ritmo musical en donde estos instrumentos son los encargados de llevar la melodía.

Conocí por casualidad a estas agrupaciones en Caloto, hasta donde llegué un día atraído por su especial arquitectura. Ese día se celebraba un festival de violines en el pueblo. Mientras comenzaba el evento, los grupos en competencia ensayaban en las orillas del río. Caminé a lo largo de dos kilómetros por su ribera, sintiéndome el más privilegiado del mundo, pues sin querer me convertí en el espectador de un concierto único e inolvidable. Desde ese día, los violines no han dejado de sonar en mi cabeza.

El de los violines caucanos es un ritmo muy especial, que me recuerda lo que decía el músico y poeta brasilero Vinicius de Morais: “la música realmente buena, aunque sea muy alegre, debe tener un toque de saudade (nostalgia) y de tristeza, si no, no es verdadera música”.

Los violines caucanos cumplen a cabalidad con la premisa de Vinicius; es uno de los ritmos más alegres, nostálgicos y especiales que he escuchado. Acompáñenme en este recorrido lleno de buena música, en donde tendremos el privilegio de conocer la historia y los protagonistas de estas alegres canciones, salpimentadas con un toque nostálgico, y poco visibilizadas y difundidas.




lunes, 25 de noviembre de 2013

Acrobacias y tradición sucreña


De regreso de San Antonio, vengo con sentimientos encontrados. Las acrobacias resultaron más arriesgadas de lo que parecen, pues me pareció un tanto excesiva esa mezcla de peligro y alcohol, que hace más arriesgada y demencial esta práctica, pero por otro lado terminé contagiado por la alegría y la pasión que los sabaneros le imprimen.

Los sabaneros tienen tan interiorizadas las acrobacias a caballo y se divierten tanto, que no conciben su vida sin ellas. En mi visita terminé involucrado en este circo romano, más borracho y más alegre que ellos; pero en la distancia sigo cuestionando este tipo de prácticas, pues siento que exponer la vida, así tan de frente y tan tranquilamente, no debería resultar divertido para nadie: ni para los jinetes ni para los espectadores.







domingo, 24 de noviembre de 2013

Estos jinetes arriesgan la vida por el show


Las acrobacias a caballo hielan la sangre. Definitivamente para mí no son una buena forma de diversión. Más que alegres, las acrobacias me resultan angustiantes, hay demasiada adrenalina en todo esto, uno siente que los jinetes galopan hacia la muerte.

Claro que es innegable que cuando todo sale bien, uno quisiera que le devolvieran la película para poder disfrutar tranquilamente y con emoción de cada uno de "los números", como los llaman ellos.

Aquí en San Antonio, las acrobacias a caballo son una tradición muy arraigada. No hay un solo jinete hombre que no haga acrobacias, no existe ningún palmitero que no sea jinete.

Los Berrocales es el grupo más reconocido en la región. Con más de 25 años de tradición y con una larga historia familiar de abuelos, padres, tíos y primos acróbatas, ellos son la autoridad en el lugar y el ejemplo a seguir para el gran número de jóvenes que aspira llegar algún día a igualarlos o superarlos.

Muy a mi pesar, estando dentro de la celebración, y después de unos rones y mucha música, las acrobacias a caballo empiezan a parecerme emocionantes.







jueves, 21 de noviembre de 2013

Jinetes acróbatas en Sucre


Mi próximo viaje es a la sabana sucreña-cordobesa, más exactamente a San Antonio de Palmito, un pequeño pueblo ubicado a 20 minutos de Sincelejo. Me lleva la curiosidad de conocer de cerca las acrobacias a caballo, una práctica muy extendida en la región, que tiene sus mejores exponentes en ese lugar.

Las acrobacias las descubrí en internet y me sorprendieron tanto que siempre quise verlas en vivo, aunque debo confesar que no dejan de causarme un poco de repulsión y terror, pues realmente son muy arriesgadas y uno siente que la cosa puede pasar en cualquier momento de diversión a tragedia.

Sumado a conocer de cerca a esos arriesgados jinetes acróbatas, la sabana costeña siempre me ha llamado la atención, pues me parece una región con un paisaje, una cultura y gente muy especial, con un aire diferente al resto de la costa. Espero que tener un buen viaje sin nada que lamentar y con mucha diversión.

Los invito a que me acompañen en este recorrido. No se pierdan el próximo episodio de esta travesía este domingo a las 10:30 p.m. por Señal Colombia.






martes, 19 de noviembre de 2013

Coquí, un lugar del que aprendí mucho


Gracias a la comunidad de Coquí y a los saberes y sabores ancestrales que comunidades como esta han encontrado en el manglar, logré cambiar mi visión, principalmente acerca de dos cosas. En primer lugar, borré ese pensamiento idealista que tenía acerca de que para conservar la naturaleza es necesario no tocarla. Los habitantes de Coquí viven del manglar y conviven con él sin que esto signifique su destrucción. La segunda, acerca de la impresión que tenía de que los manglares eran un bosque putrefacto y maloliente, lleno de mosquitos: aprendí que son un sistema “camaleónico”, “anfibio” que se transforma y se renueva a cada hora del día y, sobre todo, que es uno de los ecosistemas más completos y biodiversos, indispensable para el equilibrio natural de nuestro planeta.

Desde que salí de Coquí no he dejado de sentir nostalgia. Allá disfruté de paz, paisaje y comida exquisita. Del saber, la generosidad y el agudo humor de Ovidio, Cheka, Fausto, Cruz, Eva y toda una comunidad con un don natural de anfitriones únicos, que hacen que uno se quiera quedar aquí a pesar de que –o tal vez gracias a que– se está desconectado del mundo, pues no existe señal de celular, conexión a internet ni luz eléctrica. Resulta increíble, pero solo ahora que lo escribo recuerdo que unos pocos días atrás sentía que en estos tiempos era imposible vivir sin ninguna de estas cosas.

Coquí es una comunidad olvidada por el Estado y en principio geográficamente lejana, en donde es posible conectarse de manera reveladora e increíble con la naturaleza, con los saberes y sabores ancestrales del manglar, y aprender sobre lo que significan conceptos como solidaridad, generosidad y convivencia pacífica. Una comunidad que tal vez ignora el gran aporte que hace al planeta al cuidar y preservar el manglar, un ecosistema que contribuye significativamente a combatir el calentamiento global.

La comunidad de Coquí existe en silencio. Desde el olvido, hace mucho por todos nosotros y esto es importante que el mundo lo sepa.





domingo, 17 de noviembre de 2013

Sabores y saberes del manglar


Estar en Coquí es sentir la imponencia, la paz y la fuerza que genera la naturaleza. La bienvenida me la dio una playa de unos 10 km que muere en una montaña con un tupido bosque lleno de neblina, que le imprime al paisaje un sello especial, pues se tiene la sensación de estar en un lugar frío, cuando en realidad se está a más de 30º C.

Coquí está ubicado en una isla, que forman el mar y el río del mismo nombre. Es un caserío limpio y ordenado, en donde habitan alrededor de 500 personas que viven del mar y el manglar.

Los saberes y sabores alrededor del manglar son muchos. Gracias a su magnífica combustión, la comunidad usa la madera como leña para en sus cocinas e “industrias”. Por su gran resistencia al agua, en la construcción de barcos y casas. Saben también que el bosque del manglar es una fuerte barrera natural contra mar de leva y maremotos, y que funciona como purificador del aire, al convertir en oxígeno el gas carbónico. También, que el manglar es hogar permanente –y de paso– de muchas especies de aves, reptiles y mamíferos, sala-cuna de peces y mariscos y hábitat natural de la piangua, una concha muy apetecida en el Pacífico, con la que preparan exquisitos platos. Cruz, una experta y cálida matrona experta en cocina local, me enseñó a prepararla. Es una delicia. La servimos acompañada de patacón de banano biche freído en aceite de coco y arroz blanco, salteado en finas yerbas de la región.

Estar aquí es disfrutar a cada paso del saber y el sabor del manglar, un ecosistema que me resultaba ajeno y extraño, pero que no deja de sorprenderme.









jueves, 14 de noviembre de 2013

Regreso al Chocó


Viajo de nuevo al Chocó, más exactamente a Coquí, un corregimiento del municipio de Nuquí, del que tengo muy buenas referencias: una playa infinita, vegetación increíble, comida espectacular, posibilidad de avistar ballenas y, lo más importante, gente cálida y generosa.

Aunque, obviamente, voy a disfrutar de todas estas bondades que Coquí ofrece, mi principal propósito es conocer las acciones que esta comunidad ha emprendido para proteger y preservar el manglar. Ese exuberante y a veces maloliente ecosistema, que se ha convertido para muchas comunidades en fuente inagotable de recursos.

En la costa Pacífica se encuentra el 40% de los manglares que tiene Colombia. En Coquí, sus habitantes lo explotan y le dan tantos usos, que a los ojos de muchos conservacionistas podrían parecer excesivos. Pero lo bueno del asunto es que esta comunidad ha encontrado muchos sabores alrededor de él sin que eso signifique su destrucción.

Los invito a que me acompañen en este recorrido por una de las zonas más paradisíacas y olvidadas del país. No se pierdan el próximo episodio de esta travesía este domingo a las 10:30 p.m. por Señal Colombia.