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martes, 21 de enero de 2014

Los zapatos son mucho más que prendas de vestir



¿Qué tiene un par de zapatos que resulta tan revelador? Podría decirse que el objeto sobrevive a su usuario, pero que en ese objeto la humanidad del usuario se hace presente. Eso, tal vez, es lo conmovedor: el zapato contiene una humanidad; algo ausente se hace presente en él.

Quien haya estado en la puerta de un quirófano recibiendo las prendas y los zapatos de alguien amado lo comprende sin necesidad de filosofar. En los zapatos, allí, sin su propietario, se revela una fragilidad: que del quirófano se puede dar el paso hacia “el otro lado”. Con los zapatos en la mano, vacíos, “el acompañante” siente algo difícil de expresar; la humanidad embiste de un solo golpe.

Los zapatos que fabrican Giorgio y doña Tere parecen no decir nada puestos ahí, en la vitrina. Sin embargo, si pensamos en el trabajo que fue necesario para hacer el zapato, si auscultamos en la fantasmagoría que se esconde en el zapato-fetiche como mercancía, otro es el asunto y otra humanidad es la que aparece.

Conocer historias y personajes de la Bogotá de ayer y de hoy a través de los zapatos fue sin duda una reveladora e innovadora experiencia. Los zapatos son mucho más que una prenda de vestir, y tal vez en ellos, más que en ninguna otra, se dibuja y se imprime nuestro ser.









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