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martes, 3 de diciembre de 2013

Adiós, Cauca


Salí de Palmeras como el ritmo de las canciones de los violines caucanos: contento, pero con un poco de saudade. Contento por haber tenido el privilegio de escuchar y conocer esta música y de saber que no va a desaparecer. Triste y con saudade de abandonar esa hermosa región y a esos virtuosos, humildes y cálidos músicos.

Me hace feliz saber que si hace unos años los investigadores musicales y los propios músicos –con mucha razón– temían la desaparición de los violines caucanos, hoy el panorama es esperanzador.

Que los violines sean protagonistas en el festival más importante de música del Pacífico logró visibilizarlos con mucha fuerza. En la región han ido apareciendo nuevos grupos, muchos de ellos de jóvenes y niños que aprenden de sus familiares y amigos o en las escuelas que han comenzado a abrirse, en donde no solo se aprende a tocarlos, sino a fabricar unos violines iguales a los que dieron origen a esta tradición, de guadua y cuerdas de crin de caballo.

Es indudable que en la preservación, visibilización y difusión de esta música se le debe mucho al Grupo Palmeras, cuyos integrantes, después de sus duras faenas en el campo, o como obreros de fábrica, toman sus instrumentos y mantienen viva una de las más hermosas tradiciones de la cultura negra.




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