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domingo, 1 de diciembre de 2013

Violines Caucanos


La vereda El Palmar parece detenida en el tiempo, al igual que el sonido de violines que llegaron desde la colonia. La vereda tiene la belleza especial de las montañas caucanas, intervenidas con estos cultivos y adornadas con casas de barro y techos de palma, y un exquisito olor que proviene de los cultivos de piña, caña y cacao.

Una de estas casas, la de Luis Éder Carabalí, es un punto de referencia en la vereda. Él, que tiene 51 años, es mecánico soldador de lunes a sábado. De eso vive. Pero los domingos es el primer violín del Grupo Palmeras, el más más reconocido de la región y tal vez del país. Como los demás integrantes del grupo, todos campesinos, Luis Éder es el heredero de una fuerte tradición musical que estuvo escondida durante siglos, y que hoy, gracias al Festival de música Petronio Álvarez, ha comenzado a conocerse. De allí han salido ganadores en las dos ocasiones en que han asistido.

La casa de Luis Éder es el punto de encuentro y ensayo permanente del grupo. En la sala, es protagonista una foto en donde aparecen sonrientes, además del dueño de casa, Eliécer, el otro violinista; su hermana María Fernanda, una de las cantadoras; Adelmo Casarán, intérprete del bajo; Bolívar Lucumí, con su requinto; Justiniano Vásquez, al pie de su tambora, y por último Arnul Abonías, que nunca desampara sus maracas.

Todos se conocen y se quieren desde niños, no sólo comparten una bonita amistad, sino su sangre. Entre ellos son primos y hermanos, y orgullosamente comparten la única herencia posible en un lugar como este: una virtuosa tradición musical. El grupo fue fundado por sus abuelos, sus padres continuaron la tradición y ellos han sabido conservarla. Estar aquí, compartiendo con ellos, escuchar sus historias y sobre todo su música, me llena de paz y alegría y me hace sentir privilegiado. Me siento gigante.




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